Rezo por los pequeños que tienen oro y rubíes dentro de sus cajas fuertes. Y de los niños que crecen fuertes como toros negros recorriendo las calles en cuatro por cuatro.
Rezo por los semáforos desperfectos que cambian cuando quieren en el momento más inesperado cuando llueven ranas o caen aviones.
Rezo para que el edificio resista la presión del viento que sopla hasta decir corten.
Rezo cuando entra a la novela del momento la mujer de seda encendida hasta las uñas, llena de jugadas para quedarse con Leopoldo, el mayordomo que nunca la ve, porque esta más ciego que Federico, el ignorante que pide monedas en las Naciones Unidas para limpiar las alcantarillas de África.
Rezo en cada esquina para que el que no ve, vea las sombras y las luces, no solo píxeles.
Rezo para que el madrugador se quede dormido justo cuando meten el gol en la bombonera.
Rezo para que se liberen los cordones de los mocasines parisinos y se caigan a la olla de los fetuccines sazonados con primavera.
Rezo para decir basta, que el tiempo terminó y la pasta al dente está.
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