Amarillo como las alas de la mariposa del Sahara vi que volaba sobre mi frente latina. En la hora exacta en el bus pasaba por avenida providencia rumbo al centro. La ciudad se encendía con las luces mediocres, esas que gastan poco para alumbrar menos. Y se detenían los sonidos en mis oídos cansados, la ciudad me regalaba sus ruidos autóctonos llenos de petróleo y pasos alborotados. Sin mediar risa alguna mi garganta se endurecía, pero en valentía medieval sacaba pasos y seguía rumbo al acantilado del conocimiento frágil. Era media noche ya y en eso las sonrisas se transformaban en vino y toda la gente escribía nuevos mundos con edificios resistentes a la emociones vagas. Y el volumen subía como ascensor del cerro alegre, lento pero constante hasta llegar a la cima del llanto moderno. La tecnología sonaba de vez en cuando y cada oreja de Van Gohg cortada por el magnetismo telúrico se llevaba la imagen y se llevaba las emociones. Sonámbulos caían desde los tejados porque ya no daban mas de esta ciudad ecléctica. Porque siempre desde que llegué a sido lo mismo, roza furiosa flambeada por tantos sentidos liberados del zoológico a los pies del cerro. Pero el cambio llega con su vuelo encendido en plena frente, ya no es de noche cuando ella me mira y me invita a flotar por los éteres divinos. Unas alas maravillosas me cuentan de otros lados mas livianos, menos cargados. Y me invita sin tregua a subirme sobre su espalda de felpa. Siglo viaje profundo y sin mediar razón conjunta, intuitiva fragancia de despertar en azul mundo. Solo debía haberlo hecho antes cuando las mariposas eran millones en este cielo dormido, ahora casi extintas se cuentan con una mano, así que si la hora llega no dudes y encúmbrate hacia su escena, súbete y viaja a la esencia, sin disfraz te invita, dorada fragancia que te vio nacer.
El regreso en alas de niño.
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